¿Qué es un viaje? Es abrir un camino, conocer otra gente, otra cultura. Es mirar con ojos distintos nuestro día a día. Es ver nuestras similitudes y nuestros contrastes. Es una aventura, un disfrute y un descubrimiento. Es respirar otros aires que nos permite renovarnos. Hemos ido de una isla a otra isla, previo paso por Barcelona con sus torres venecianas, antesala de la de la Plaza de San Marcos.
Venecia cautiva, a pesar de la humedad y el frío invernal, de algunos olores de sus aguas estancadas, de la decadencia de muchas de sus edificaciones.
Es una ciudad para caminarla o navegarla. No hay coches, ni ruidos, ni polución. Escasos mercados y ausentes hipermercados y centros comerciales. Tiendas de souvenirs por todos lados. Es la ciudad de los servicios se vive y se trabaja cara a la gente. Me encanta caminarla, descubres la ciudad : la otra ciudad, aquella en la que viven sus ciudadanos: calles estrechas, perros abrigados, maravilloso taller de orfebrería, el calor de su gente, sus dulcerías-panaderías, su spritz. Su Gheto, el nuevo y el viejo, el primero del mundo, el que da nombre a una forma de vida. Cuando cruzas el Rialto y llegas hasta la calle larga XXII de marzo, estás en la zona comercial, con sus calles especializadas: las galerías, los restauranes, las joyerías, los complementos, la ropa media y la exquisita, sus anticuarios, sus palacios y los gondoleros. Venecia sorprende, pueden cobrarte una fortuna por un manchiato en un sitio que desmerece y solo un euro, entre los arcos de la Plaza San Marcos, con una pianista al fondo que te deleita con su música, tanto como escuchar a Vivaldi y sus cuatro estaciones, en su tierra natal ,en un pequeño salón de Sestiere de Castello, del siglo XII, al lado del Palacio Ducal , separado por el puente de los suspiros. Palabra, esta última, hermosa y evocadora, que en la época de las mazmorras era el adiós a la a luz del día y quizá a la vida debido a las condiciones inhumanas y a las torturas de la época oscura.
Venecia es la luz de Canaletto, es reflejo de colores en el agua, las palomas y caballos de San Marcos. Los escasos leones, los contados árboles y el encanto de lo distinto y diferente.
Y como el gusto de viajar se combina con el placer de trabajar, visitamos algunas agencias inmobiliarias. No son muchas aunque si suficientes para una ciudad reducida. Son pequeñas, todas lucen sus cristaleras con fichas llenas de fotografías y están a pie de calle. La más novedosa cuelga su plasma y va pasando las propiedades vendidas. Sus agentes son amables y acogedores, acostumbrados a tratar con publico variopinto y siempre dispuestos a colaborar. Espero que sea un buen comienzo.
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